Un tema que se discute a diario finalmente encontró un lugar en la revista Uruguay Ciencia: el pronóstico meteorológico. Es uno de esos temas que vincula el conocimiento científico con las necesidades y los sentimientos básicos de los seres humanos en relación a la naturaleza y a sus congéneres. Entre ellos: el deseo de conocer el futuro, la necesidad de reconocer patrones que se repiten en la naturaleza, el deseo de dominar el entorno y no sentirse temeroso o vulnerable frente al mismo. Con respecto a las relaciones entre individuos está la necesidad de tener un guía, un “padre”, que resuelva los problemas y, simultáneamente y en conflicto con la anterior, la necesidad de cada uno de ser libre, independiente, dueño de sus decisiones.
Cuando ocurre un desastre natural la sociedad que lo sufre debe estar organizada para poder socorrer a los heridos y para restaurar la funcionalidad del lugar, pueblo o ciudad. Un comportamiento organizado eficiente depende tanto de quien lo dirige, de las instrucciones dadas, de la claridad de estas, como de quienes las siguen. Es fundamental que la información dada sea lo más correcta posible, que llegue al usuario final sin distorsiones, y que las instrucciones sean racionales, posibles de ser seguidas, pero fundamentalmente que el usuario final confíe en la información recibida. Es claro que esta confianza solo puede desarrollarse previo a la ocurrencia del desastre.
La confianza en un pronóstico meteorológico depende, como en todo, y entre otras cosas, de la probidad y capacidad mostrada de quien lo emite. Para el juicio sobre dicha capacidad del meteorólogo es necesario conocer el producto, es decir: qué es un pronóstico, y compararlo (medirlo) con uno de su tipo, no con el ‘imaginario pronóstico’ que se ajusta exactamente a los fenómenos que posteriormente ocurren. Frente a este último el pronóstico realizado será siempre incorrecto, equivocado, insuficiente.
Por lo que, para desarrollar la confianza necesaria para que la sociedad reaccione de la mejor manera frente a un desastre natural hidrometeorológico, como son a los que Uruguay está sometido, por un lado los integrantes del sistema de emisión de pronósticos deberían mejorar y mostrar sus capacidades, por ejemplo, controlando la calidad de sus productos con auditorías externas y regulares. Por otro lado la población, y quienes se comunican con esta, deberían modificar su concepto del pronóstico como anuncio cierto de lo que ocurrirá, cambiándola a la del anuncio de la probabilidad de una ocurrencia con ciertos márgenes de error inherentes al método de obtención del conocimiento y quizás también al fenómeno en sí.
La nota que sigue, aparentemente sobre un tema abstracto, teórico, los fractales, tiene un vínculo, con los problemas de predicción del tiempo a través de un fractal, el atractor de Lorentz, que describe el comportamiento de sistemas caóticos como el clima, y con muchas otras actividades humanas, incluyendo la producción de efectos especiales en películas.
Incluimos en este número una segunda nota sobre arañas, esta vez sobre su importancia en el control de insectos en cultivos; se describe una investigación llevada a cabo en un campo en Rincón del Cerro, Montevideo.
Otro tema importante, sobre el que es necesario un debate dentro y fuera de la comunidad científica, es el uso de los animales en la experimentación científica. Dado que el comportamiento ético de los humanos frente a los animales es un problema en muchas áreas, no solo la científica, comenzamos a tratar el tema en forma amplia, informando también sobre las actividades de la Comisión Honoraria de Experimentación Animal (CHEA) y de la Asociación Uruguaya de Ciencia y Tecnológica de Animales de Laboratorio (AUCYTAL) en vías de reglamentar el uso de animales en la actividad científica tecnológica.