Al escribir la editorial del número pasado, y mencionar el trabajo del fósil del roedor gigante encontrado en las costas uruguayas, cometí un error. El mismo me fue señalado por Ernesto Blanco, en carta publicada en la página de ‘Cartas a los lectores’.
El error estuvo en decir que hay quien dice que Josefoartigasia Monesi no es el mayor roedor encontrado. No es así. Hay quien disputa los valores para la masa calculados por Blanco y Rinderknetch, pero aun haciendo una re-calculación basada en otras premisas, el resultado no le cambia el titulo de mayor roedor encontrado.
Lamento el error cometido, pero además de aclararlo, deseo explicar cual fue el objetivo de la mención a la disputa en la editorial.
En ciencia el conocimiento puede ser válido si es reproducible, es decir si otros pueden confirmar, o no, un resultado, una teoría, una medición. Para que esto sea posible, entre otras condiciones, el conocimiento debe ser publicado, debe estar al alcance de quienes deseen confirmar los resultados o conclusiones.
Pero muchos trabajos se publican sin que se les preste atención. Mientras no haya uno o varios científicos que muestren interés en el trabajo e intenten reproducirlo, o utilizarlo para desarrollar el propio, el conocimiento está esperando ser validado. No es aún conocimiento científico.
El trabajo de Blanco y Rinderknetch fue publicado en febrero y en mayo la comunidad científica ya disponía de otro trabajo sobre el mismo roedor que, utilizando los mismos datos del primero, hacia un nuevo cálculo. Esto significa que el conocimiento está en proceso de validación, que somos testigos (y partícipes en la medida que nos identificamos con los logros de nuestros compatriotas) del proceso de creación del conocimiento científico.
Mi interés era resaltar la cualidad de proceso vivo, en discusión, del trabajo iniciado por los uruguayos.
Las diferencias en los valores de masa estimada, del roedor entero, por Blanco y Rinderknetch por un lado, y por Millen por otro, se deben principalmente a suposiciones de partida diferentes. Estas son que el tamaño total del individuo puede obtenerse extrapolando de una relación entre la dimensión del cráneo y la masa de un roedor vivo, o de una relación entre el tamaño de la dentadura y la masa de un roedor vivo.
Blanco y Rinderknetch tienen motivos para justificar la utilización de los tamaños de los cráneos de otros roedores para su cálculo y no de la dentadura. De cualquier manera, de la discusión pública que se inició la paleontología será la beneficiada.
Aprovecho para aclarar otro error cometido al dar los créditos de las imágenes publicadas en la nota sobre el hallazgo paleontológico. El nombre del autor de dichas imágenes es Gustavo Leucona.
En este número de Uruguay Ciencia concurrieron casualmente dos notas que dicen mucho de uno de los caminos que ha elegido Uruguay para su desarrollo. Una nota es la descripción somera del trabajo realizado en la implementación técnica del Plan Ceibal -un humilde homenaje a un noble proyecto-, la otra es la historia del desarrollo de la informática en el país.
Creo que sin lo que se ha hecho previamente para desarrollar la informática en el país no se podría implementar el Plan Ceibal como se está haciendo y, a su vez, entre los numerosos efectos que está produciendo y producirá el Plan Ceibal estará el de continuar y acrecentar la producción y exportación de software uruguayo.
Sin menospreciar la consecuencia económica para el país, creo que lo principal de este plan es su alcance humano, dar a todos la posibilidad que tienen algunos de autoeducarse, informarse del tema que les interese, de comunicarse con quienes quieran y, especialmente, de pertenecer a la sociedad del siglo XXI. Felicitaciones a todos los involucrados.